Trabajadores se reunieron para despedir al año en el último día de trabajo del 2022. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Patricia Armijo B. Redactora (I)
Quito amaneció este 30 de diciembre con un clima diferente. No se trata de la temperatura ambiental, si no del ánimo previo a que se termine el 2022.
Aunque varios aprovechan la época para pedir sus vacaciones, otros buscan un momento en su jornada para despedir el año con colegas y amigos.
Locales comerciales de La Mariscal ya sacaban sus monigotes a las calles alrededor del mediodía. Entre unos pocos empleados quemaban el muñeco, se abrazaban y despedían.
En la Naciones Unidas una docena de trabajadores también hacían lo propio antes de terminar su jornada. Sus jefes autorizaron que trabajen solo mediodía y puedan cumplir con las tradiciones ecuatoriana de quemar el viejo y vestirse de viudas.
Alexander Chávez decidió vestirse, tal como lo hace en su barrio desde adolescente, y “sacar los pasos prohibidos”. Al ritmo de la música bromeaban entre ellos y con algunos transeúntes que se juntaban al festejo.
La alegría invade a la gente. Por la calle cumplen con sus quehaceres ejecutivos con peluca de colores y damas elegantes con algún atavío de guirnaldas y brillos.
En oficinas particulares se viven fiestas y las preocupaciones del trabajo han quedado de lado. Para Julio César Torres, abogado independiente, es “solo un momento de relax que no hace daño a nadie”.
Con sus colaboradores, y amigos de otras oficinas, organizaron una reunión con comida, brindis y el monigote. La representación de uno de ellos la quemarán luego de las 18:00, antes de irse a casa.
Luego del almuerzo, cerca de la Plataforma Gubernamental del norte, grupos de trabajadores salieron a quemar su monigote. Luego del abrazo, y de dejar limpiando, se retiraron sin mayor algarabía.
Para los empleados públicos este cierre de año fue diferente. De manera reservada comentaron a El Comercio que fueron sancionados el anterior año y suspendieron todo tipo de festejos.
Por grupos algunos planean reunirse de manera particular luego del horario laboral. Eso como una muestra de “unidad y gratitud a los colegas”, explica uno de ellos.
Lo cierto es que las tradiciones de año viejo – y del nuevo – permanecen y se comparten con los semejantes. Por un momento quedan de lado los problemas y la ciudad luce más feliz, más relajada y con más esperanza.