Los moradores de la av. González Suárez piden medidas contra la inseguridad en ese sector del norte de Quito. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
Disparos en la vía pública la noche del 22 de febrero alarmaron a los vecinos de la avenida Gonzáles Suárez, en el norte de Quito. Al mismo tiempo minutos de terror vivieron empleados y comensales de un restaurante de la zona.
Seis armados ingresaron a un local para robar todo lo que pudieron. En la huida un cruce de balas acabó con la vida de uno de ellos. Ese acontecimiento no lo pueden sacar de sus cabezas los vecinos del barrio. Se sienten atemorizados y aislados ya que no cuentan con una Unidad de Policía Comunitaria.
De acuerdo con José María Lasso, presidente del comité barrial, han hecho el pedido por hechos delincuenciales durante la pandemia. El resultado fue la ubicación de una UPC móvil que no tuvo resultado.
“Era una unidad vieja y solo había una persona al interior”, comenta. Eso ha hecho que la atención de emergencias sea remitida a la UPC de Bellavista. Eso queda a unos 10 minutos en auto.
Sin embargo, el problema de otros sectores se repite: no hay suficiente personal ni recursos. Para Pilar Rivas, que vive en la zona, mayor presencia de las autoridades daría, al menos, una sensación de seguridad. “Porque así ya no se puede”, reclama.
Y cuenta que la violencia es a toda hora. “Hace poco quisieron secuestrar a unas chicas”, lamenta. Y son esos hechos los que han obligado a los vecinos a cambiar sus rutinas diarias. Por ejemplo, Patricio Pérez, dice que ya no sale a caminar por las calles.
Las rutinas de ejercicio ahora se han trasladado a las terrazas de los edificios. Y los moradores prefieren no salir solos o caminar a su destino, por más cerca que se encuentre.
Para moverse unas pocas cuadras, Alegría Moscoso ha utilizado el auto “por seguridad”. Asegura que el miedo de caminar la ha orillado a eso. Aunque no es la única estrategia para defenderse del hampa.
Otros vecinos, que prefieren no decir su nombre, han optado por métodos como el gas pimienta. Otros caminan con palos o botellas en la mano para esquivar un posible ataque. Lo cierto es que la mayoría se sienten inseguros y prefieren quedarse en casa.